¿Tiene valor lo que ofrecemos?

       El hombre siempre se ha sentido fascinado por el futuro a lo largo de la historia. La necesidad psicológica de conocer por anticipado lo que pueda ocurrir ha sido una constante en la naturaleza humana para contrarrestar el miedo y la inquietud ante lo desconocido, o incluso para satisfacer la curiosidad.

       Los tiempos que nos ha tocado vivir, caracterizados por tantos y tan rápidos cambios tecnológicos, económicos, políticos, sociales, etc., acrecientan todavía más si acaso la complejidad y la incertidumbre sobre "lo que vendrá" y nos impulsan a explorar el porvenir, no ya por curiosidad sino para pertrecharnos de una adecuada capacidad de respuesta ante los cambios que se producirán en el entorno.

       En el mundo económico y de los negocios también se intenta "capturar" el futuro. Ahí están todas las técnicas de previsión empresarial, las predicciones sobre ciclos, los pronósticos sobre la bolsa, los análisis de mercados, las programaciones de producción, la planificación económica y financiera, el análisis de tendencias, la mercadotecnia, etc. Todas ellas tratan de enjaretar un futuro incierto con más o menos éxito; muchas de ellas fracasan estrepitosamente porque parten de un grave error: pretenden predecir o prever el futuro, cuando el futuro no está escrito en ninguna parte, "está por hacer". Además, muchas técnicas de previsión pretenden construir el futuro como prolongación del pasado ("sucederá lo mismo o algo parecido con algunas variaciones"). Otro grave error, ya que el futuro no es único, sino múltiple e indeterminado.

       Este es precisamente nuestro punto de partida: el futuro está por hacer, es múltiple y podemos influir en él. Este es el sentido de la prospectiva que proponemos a las empresas y a las organizaciones. La prospectiva es una reflexión para iluminar la acción presente a la luz de los futuros posibles. Ahora bien, ¿tiene esto valor?
 

 
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